lunes, 28 de septiembre de 2009



EL RETIRO DE VARONES SE HA POSTERGADO PARA LAS FECHAS 16-17-18 OCTUBRE 2009 POR MOTIVOS DE FUERZA MAYOR, CON LAS DISCULPAS DEL CASO, SIRVANSE COMUNICAR EL CAMBIO DE FECHA... BENDICIONES EN CRISTO Y MARIA...

viernes, 25 de septiembre de 2009


GIOVANNI PATALUCCI

El policía católico que murió en Dachau tras haber salvado a miles de judíos

El comisario de policía Giovanni Palatucci pagó con su vida el haber obedecido "a Dios antes que a los hombres". Dicho de otra forma, su fe fue la que le mandó actuar en conciencia y apartarse de la la normativa vigente para salvar a 5.000 judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Arrestado por la Gestapo, fue deportado al campo de exterminio de Dachau, donde murió hostigado por las torturas. Su causa de beatificación está abierta desde hace unos años.



( José Mª Ballester Esquivias / Alba ) “Funcionario de policía, responsable de la comisaría de Fiume, se prodigó en ayudas a miles de judíos y de ciudadanos, cuyo arresto y deportación logró impedir. Fiel al compromiso adquirido y consciente de los graves riesgos personales que asumía, continuó, pese a la ocupación alemana y las apremiantes incursiones de los partisanos eslavos, desempeñando sus funciones de policía, de patriota y de cristiano, hasta que fue arrestado por la Gestapo y fue deportado a un campo de exterminio”. Así reza la exposición de motivos que llevaron en 1995 al Gobierno italiano a conceder la Medalla de Oro al Mérito Civil al Siervo de Dios Giovanni Palatucci, 50 años después de su muerte. Pero en este caso se aplica perfectamente la máxima “nunca es tarde si la dicha es buena”: no en vano, en la trayectoria de Palatucci se condensan en perfecta armonia la fe, el sentido del honor y del deber y la constante preocupación por hacer el bien desde la ética del servidor público. Respeto a la autoridad y al orden, pero en los momentos decisivos hacer lo que dicte la conciencia.

Asimismo, la historia de Palatucci “también es importante para el diálogo entre cristianos y judíos porque demuestra cómo el amor cristiano supera cualquier diferencia y une más allá de las diferencias de raza y de religión”, asegura su biógrafo, el padre Piersandro Vanzan SJ.
Giovanni Palatucci nació el 31 de mayo de 1909 en Montella, una pequeña localidad cercana a Nápoles, en el seno de una familia de firmes convicciones católicas. Su abuela era terciaria franciscana y tres tíos carnales suyos tomaron los hábitos en la orden fundada por San Francisco.
Tras cursar brillantemente estudios de Derecho, llega lo que podríamos llamar su primera “rebeldía”: en contra de la voluntad de su padre -al que le hubiera gustado verle de abogado- ingresa en la Policía. Su primer destino fue como comisario adjunto en Génova, una ciudad en la que permaneció apenas trece meses. ¿El motivo? Una entrevista concedida a un periódico local en la que criticaba el exceso de burocracia en la Policía,"en vez de mandarnos con la gente". Esta segunda demostración de rebeldía iba a tener consecuencias decisivas en la vida de Palatucci.

Fue castigado con un traslado al Departamento de Extranjeros de la comisaría de Fiume, entonces italiana y hoy croata. Lo que parecía una ocupación anodina iba a a dar un giro radical y definitivo a su vida. Pocos meses después de su llegada, Benito Mussolini promovió las conocidas como “leyes raciales”, que reservaban a los judíos italianos el mismo trasto discriminatorio y vejatorio que a los alemanes. Se aproximaba la Segunda Guerra Mundial y el Duce intensificaba su acercamiento a Adolf Hitler. Un viraje curioso, pues los judíos habían gozado hasta ese momento de una gran tolerancia.

Escribe Vanzan: “Y hete que el ‘castigo humano’ se convierte en la ‘vía providencial’ del Omnipotente para dar a Giovanni la ‘oportunidad única’ de hacer tanto bien y salvar tantas vidas humanas”. Añade el biógrafo que la epopeya ‘palatucciana’ no hubiera sido posible sin el concurso de sus subordinados, “un equipo formado por policías jóvenes y sencillos, pero valientes y confiados, además de estar perfectamente compenetrados con su jefe.” Fue así como Palatucci y los suyos lograron salvar a miles de víctimas gracias a “intervenciones rocambolescas y con la ayuda de una eficaz red de solidaridad”.
En una zona fronteriza con la Yugoslavia ocupada por los nazis y por lo tanto receptora de perseguidos, Palatucci y los suyos salvaron vidas creando pasaportes falsos para enviar a las víctimas hacia Suiza o Israel. Les escondían en conventos o en casas de familias de fiar, les mandaban a los campos de refugiados italianos y muchas más estratagemas. Incluso llegó a colocar a algunos en la diócesis de Salerno, en la otra punta de Italia, ya que el obispo era un tío carnal suyo. Semejante osadía en una institución tan rígida como suelen ser los cuerpos policiales se explica por su fe. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, decía.

La cuenta atrás para el martirio de Giovanni Palatucci se inició a raíz del armisticio que Italia -con Mussolini derrocado- firmó con los aliados en septiembre de 1943. La consecuencia fue la invasión de Italia por lasa tropas alemanas, que afectó especialmente a la zona donde operaba Palatucci. En este escenario, Palatucci ordenó la destrucción de toda la
documentación de su departamento relativa a los judíos y pidió al Registro Civil que no emitiera documento alguno sobre los judíos sin avisarle antes. La táctica resultó eficaz, pues entre enero y julio de 1944 Palatucci y sus policías lograron salvar a un millar de judíos.

Sin embargo, la Gestapo destapó el sistema y el 13 de septiembre de ese mismo año, Palatucci fue arrestado. Primero fue internado en Trieste y, más adelante, deportado al campo de exterminio de Dachau. Cuando ya estaba en el tren de la muerte, uno de sus hombres, Pietro Capozzo, enterado de la suerte de su jefe, corrió a la estación, se puso delante del vagón y empezó a hablar en voz alta con la esperanza de que Palatucci lo reconociera. Poco después, cayó una nota de la ventanilla firmada por Palatucci. Se podía leer: “Capuozzo, da gusto al chico que esto escribe y avisa a su madre de que está a punto de irse a Alemania. Adiós”. Pensando en los demás, incluso en los momentos más trágicos.
Hostigado por las torturas en el campo, el 10 de febrero de 1945 Giovanni Palatucci entregaba su alma a Dios

LA FE DEL CENTURIÓN



Mt 8,5-22
5 Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole: 6 «Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente.» 7 Jesús le dijo: «Yo iré a sanarlo.» (Lc 5,8) 8 El centurión contestó: «Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? Di no más una palabra y mi sirviente sanará. 9 Pues yo, que no soy más que un capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno: Vete, él se va; y si le digo a otro: Ven, él viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, él la hace.»
10 Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe. (Lc 13,29) 11 Yo se lo digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, (Lc 13,28) 12 mientras que aquellos a quienes se destinaba el Reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el llorar y rechinar de dientes.»
Mt 9,29
Mt 15,28
(Jn 4,50) 13 Luego Jesús dijo al capitán: «Vete a casa, hágase todo como has creído.» Y en ese mismo momento el muchacho quedó sano.

El centurión, mandaba a cien soldados romanos. Como tal era un hombre capaz, que sabía dirigir pero también obedecer a sus superiores. Un hombre maduro, pero que se había acercado al judaísmo, paradójicamente formando parte de un ejército de ocupación, oprimiendo a la nación a la cual pertenecía Jesús. Aquí les planteo a las personas que interceden, la posibilidad de colocarnos en cualquiera de las tres posiciones, a fin de aprender como seres humanos que interceden. Podemos ubicarnos junto con Jesús, junto con el centurión y junto con el muchacho enfermo.


Entramos primero al corazón de Jesús. Acaba de sanar un leproso que se le acercó. Muchedumbres venían a Él para que les enseñara y los sanara....; el intercesor tiene que aprender a rezar desde el corazón de Jesús. En esa época no había cura para la lepra, por eso se aislaba a los leprosos. El corazón de Jesús no tuvo distancia con él. Por eso tampoco le escandalizó que viniera a pedirle por la salud del muchacho, un centurión romano. El corazón de Jesús es misericordioso, y a la vez es justo. Se conmueve por el gesto delicado y amoroso del rudo centurión y a la par es justo por percibe y reconoce el grado de fe del soldado romano. Jesús puede actuar, para ser justo, según el grado de fe que tiene quien le pide. Recordemos que uno de los aspectos centrales de la fe, es el tipo y calidad de relación que hay entre Dios y el hombre. Jesús da de lo que tiene, y la relación que tiene con el Padre es absoluta. Él es el primer intercesor que pide por el muchacho enfermo, y a la vez obra con poder.

Aprendiendo a ubicarnos en el corazón del centurión encontramos Fe y humildad. La combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Observamos que Dios quiere educarnos a través de la fe de esta persona. Hay una certeza interior que Dios concede a la persona que reza, cuando es el caso de que debe pedir tal cosa. En el carisma de fe, no es una fe necia y ciega, sino que brota del conocimiento y trato habitual que se tiene con Dios, conocimiento que implica descubrir su voluntad. Tal es la relación que el centurión tiene con Dios, que SABE que Jesús no necesita ir a su casa para curarlo, y es esa relación que tiene con el Dios de los judíos, que le permite reconocer en Jesús, al mismo Dios.
Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.

Poniéndome en el corazón del joven enfermo, aprendo, que en las situaciones difíciles, en este caso el riesgo de muerte por enfermedad, el enfermo se pone en manos de quien lo ama, el centurión, y por la fe en él, en Jesús. A la par es la actitud de lucha por su vida. Entrega y tenacidad en la lucha por el bien de la salud. El enfermo acepta su condición, pero lo hace sanamente luchando por su vida. El intercesor, si ocupa el lugar del muchacho, aprende que puede entregar las cruces y problemas diarios por la persona, familia o país por el cual intercede, y lo debe hacer con las actitudes del muchacho.


Para terminar, aunque se podría decir mucho más, tengamos en cuenta, que en la liturgia, antes de la comunión, se nos invita a repetir las palabras del centurión, para poder recibir adecuadamente a Jesús, y permitirle actuar: "SEÑOR, YO NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA, PERO UNA PALABRA TUYA BASTARÁ PARA SANARME".



Practica muchas veces esto y lo podrás hacer con otro.

martes, 22 de septiembre de 2009

♪♪ RENOVACION MATRIMONIAL ♀♂


El 15 de Setiembre se celebró la "Renovación de Votos Matrimoniales", la celebración de la Eucaristía estuvo un Cargamento de Nuestro Sacerdote, amigo y retirista del movimiento RP Washington, quien recordó que el amor es el elemento clave de La relación matrimonial y familiar, Que Nunca Debe y faltar siempre Deben estar Dispuestos a dar lo mejor de ellos con gran calidad, en el amor auténtico. En la celebración eucarística las parejas renovaron sus promesas matrimoniales y salieron con la Disposición de seguir construyendo sus vidas de la mano de Dios ...... ¡¡¡Felicidades!!!


































viernes, 11 de septiembre de 2009

JORNADA EN ABANCAY-CURAHUASI


MISA EN EL HOSPITAL MILITAR


PAPA JUAN XXIII *** EL PAPA BUENO ***

El 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años, Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido Papa ante la sorpresa de todo el mundo. Escogió el nombre de Juan (nombre de su padre y del patrón de su pueblo natal, aunque escogió este nombre por el evangelista de nombre Juan). Fue coronado el 4 de noviembre (21 días antes de su cumpleaños 77) por el cardenal Nicola Canali, protodiácono de San Nicola in Carcere Tulliano.



Después del largo pontificado de su predecesor, los cardenales parecieron escoger un Papa de transición a causa de su avanzada edad y de su modestia personal. Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del Papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Al igual que Pío XI pensaba que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el Papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli.



En su primera medida de gobierno vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos.


Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. Este concilio fue inspirado en la figura del Papa Pío IX precursor del Concilio Vaticano I y quien, según el Papa Juan XXIII, nadie en la historia de la Iglesia había sido tan amado y tan odiado a la vez. El 2 de diciembre de 1960 se reunió en el Vaticano durante una hora con el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher. Era la primera vez en más de 400 años, desde la excomunión de Isabel I, que la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra se reunía con el Papa. Durante su Pontificado nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez un colombiano, un tanzano, un japonés, un filipino, un venezolano y un mexicano.

El Papa Juan XXIII escribió ocho encíclicas en total. Su magisterio social en las encíclicas "Pacem in terris" y "Mater et Magistra" fue profundamente apreciada. En ambas pastorales se insiste sobre los derechos y deberes derivados de la dignidad del hombre como criatura de Dios.



El 3 de enero de 1962 excomulgó a Fidel Castro, iniciativa amparada en condenas expresadas por el Papa Pío XII en 1949. El día 6 de mayo del mismo año canonizó al primer santo negro de América, San Martín de Porres.

El 11 de octubre de 1962 el Papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro. Este Concilio cambiaría la cara del Catolicismo: una nueva forma de celebrar la liturgia (más cercana a los fieles), un nuevo ecumenismo y un nuevo acercamiento al mundo.

Desde la apertura del Concilio, el Papa Juan XXIII indica la precisa orientación de los objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un "aggiornamento"), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".

Al Concilio fueron invitados como observadores miembros de diversos credos, desde creyentes islámicos hasta indios americanos, no sólo miembros de todas las Iglesias cristianas (Ortodoxa, Anglicanos, Calvinistas, Cuáqueros, Protestantes, Evangélicos y Metodistas no presentes en Roma desde el tiempo de los Cismas).

El 23 de mayo de 1963 se anunciaba públicamente la enfermedad del Papa (cáncer de estómago). Murió en Roma el 3 de junio de 1963. El Papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se desviara de lo estipulado, de esta forma el mismo Papa estaba firmando su sentencia de muerte. Al fin después de una grave enfermedad, hacia las dos y cincuenta de ese día, el Papa Juan XXIII muere sin ver concluida su obra, a la que él mismo consideraba "La Puesta al día de la Iglesia". En la memoria de muchos, el Papa Juan XXIII ha quedado como "el Papa bueno" o como "el Papa más amado de la historia".

Fue sucedido por Pablo VI quien en 1965 iniciaría su proceso de beatificación después de la clausura del Concilio Vaticano II. El Papa Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000 junto con el Papa Pío IX a quien él tanto deseó canonizar. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.

Cuando su cuerpo fue exhumado en el año 2000, se corrió el rumor de que su cuerpo se hallaba incorrupto, enseguida fuentes del Vaticano se apresuraron a negarlo, recordando que había sido embalsamado. Sus restos actualmente descansan en la Basílica de San Pedro, en Roma.

También es honrado por muchas organizaciones protestantes como un reformador cristiano. Tanto los anglicanos como los protestantes conmemoran a Juan XXIII como un "renovador de la Iglesia".