¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los
ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón
y mi carne retozan por el Dios vivo. Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al
preparar su peregrinación. Salmo 83, 2-3,5-6.. Gracias Señor por darnos
un maravilloso instrumento de tu amor y sabiduria, a tu hijo predilecto:
Monseñor Carlos Garcia
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