jueves, 26 de noviembre de 2009

“Es hora de despertar del sueño…” Adviento 2009

El Adviento nos recuerda que es el Señor el que llega, el que viene hacia nosotros. Nosotros nos limitamos a acogerle, a recibirlo. La Iglesia, impulsada por el Espíritu, repetirá hasta el final de los tiempos su “Marana tha”, su “Ven, Señor”. Nosotros debemos unirnos a este grito de la Iglesia. “El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. El que lo oiga que repita: “¡Ven!” (Ap 22, 17).

El Adviento, tiempo de deseo, es también tiempo de esperanza. ¡Y qué necesitados estamos de esperanza en una sociedad en la que el desencanto habita en muchos corazones!. Nos hace falta una bocanada fresca de esperanza en este clima de postmodernidad tan inclinado a renunciar a las utopías generadoras de esperanza. En un tono solemne al entrar en este Adviento del 2009 el grito de alerta del apóstol San Pablo llega hasta nosotros: “Ya es hora de despertar del sueño, que la salvación está ya más cerca...”(cf. Rm 13, 11). El Señor está cerca. Y el Adviento nos trae de nuevo su mensaje de esperanza. Tú, en cambio, ¿En qué situación te encuentras? ¿Estás despierto o dormido? ¿No crees que estas adormeciendo peligrosamente la conciencia? Crece el número de los que rechazan vivir según el espíritu de la verdad y la honestidad justificando sus conductas con aquello de “todos lo hacen”, o bien, “la sociedad lo permite”. De esta forma se va confundiendo la permisividad con la licitud, lo legal con lo moral, al tiempo que la costumbre se va convirtiendo en norma? ¿Vivimos con esperanza? ¿Hemos perdido sensibilidad ante la situación económica y de paro de muchas familias?
Así nos encontramos con un cuadro poco halagüeño en nuestro entorno: “muchos duermen”, diría San Pablo, y otros, desanimados por el ambiente, creen, poco menos, que aún no es posible el poder vivir según el espíritu evangélico.
Es, entonces, cuando el enemigo suele aprovechar el momento para hacer su obra, mientras duermen los criados del amo (cf. Mt 13, 25). Por eso, estos momentos de debilitamiento de la vida de fe y la indiferencia religiosa exigen una fuerte sacudida a los espíritus. El Adviento, con la inminencia de la llegada del Señor, es el tiempo a propósito para despertar del sueño o la modorra en la que nos podamos encontrar envueltos. ¿Qué hacer, entonces?

El Papa Benedicto XVI nos alertaba con estas palabras: “Nuestro programa hoy como el día de ayer debe ser la fórmula de Cristo: “Vigilad y orad”. ¡Ay del cristiano que se descuide y no vigile, dispuesto a resistir firme en la fe!, como nos advertía ya el apóstol San Pedro, primer Papa (cf. 1Pe 5, 9). Qué fácil es que se vaya erosionando la fidelidad y acaso la misma libertad de la que aquella es premisa, según el evangelio.

“La gente le preguntaba (a Juan Bautista): “Pues ¿qué debemos hacer?”. Y él les respondía: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga para comer, que haga lo mismo”. Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: “Maestro ¿qué debemos hacer?”. Él les dijo: “No exijáis más de lo que os está fijado”. Preguntaron también unos soldados: “Y nosotros ¿qué debemos hacer?”. Él les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra paga” (Lc 3, 10-14).

En estos tiempos tan duros para los pobres y marginados, la demanda de Juan Bautista cobra nueva vigencia. Es el momento de compartir y ser solidarios, de no exigir a nadie más de lo establecido, de no hacer extorsiones, de no aprovecharse con denuncias, de no buscar prebendas ni propinas, de practicar la justicia. Esta es la manera de esperar al Señor en esta Navidad de 2009 que requiere esa conversión. Nuestros gestos y hechos nos acercan o alejan de la llegada del Señor. Ellos la hacen posible o la dificultan. Es hora, pues, de despertar del sueño, si queremos acoger y extender la buena noticia.

Este tiempo de Adviento está a la vez penetrado de un sentido de gozosa confianza y esperanza: “Decid a los cobardes de corazón: el Señor Dios viene a salvarnos” (Is 35, 4). Frente a un cierto pesimismo que nos invade hoy ante las dificultades del momento presente; frente al abatimiento por la propia incapacidad para dar respuesta adecuada a los problemas concretos de la situación económica y del paro, es preciso que asimilemos ese espíritu cristiano de un gozoso optimismo y alegre esperanza.

Que Santa María de la Esperanza nos enseñe a esperar y a recibir el auxilio del Señor, que por medio de Ella llega a todos los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenido (a): Que la paz de Jesus y María te acompañe, gracias por tu comentario